Los mapas no duplican la realidad, sino que representan una versión en escala de ella fácil de alcanzar. Esto queda claro en la cartografía digital e impresa. Dentro del mundo digital, los mapas habilitados para web con varias escalas están teniendo una creciente demanda y requieren una representación integrada de los datos en una amplia variedad de escalas. En la cartografía impresa resulta efectivo, en cuanto a tiempo y coste, producir productos con varias escalas a partir de una base de datos simple que fue compilada sólo una vez y que puede contener y administrar todas las actualizaciones en un lugar centralizado. Es sumamente importante poder visualizar datos de manera efectiva en una variedad de escalas, pero para lograrlo, la mayoría de los datos deben estar generalizados para retener la misma claridad y características que cuando se visualizan en escalas más pequeñas.
Las entidades de una base de datos espacial se capturan de varias maneras: desde imágenes, fotografía aérea, mapas existentes, modelos de terreno e incluso puntos de referencia. La geometría y posición de estas entidades tienen la resolución y precisión intrínseca de la escala de las fuentes. Cuando los datos se visualizan en un mapa exactamente con esta escala, se mantienen la densidad y precisión adecuadas de la entidad. Se pueden visualizar datos en una escala más pequeña que la escala de captura, pero no se pueden visualizar en una escala más grande ya que implica un mayor grado de precisión e inclusión que el que está presente en los datos. Por lo tanto, es ventajoso como también efectivo, en cuanto a tiempo y coste, adquirir y mantener los datos en la escala más grande posible, y después modificarlos mediante generalización para visualizarlos en una variedad de escalas más pequeñas.
Principios de generalización
La generalización es una parte inherente y desafiante de la cartografía. Es el proceso por el cual se decide qué entidades se mantienen, cuáles se eliminan, cuáles se exageran y cuáles se simplifican para comunicar claramente la naturaleza de un paisaje. El desafío yace en la forma de representar la geografía con la mayor exactitud posible mientras se reducen los detalles extraños y se preserva la ordenación característica de los datos. Se deben resolver los requisitos contradictorios mientras se mantiene la visualización gráfica lo más rica e informativa posible.
La generalización debe tener en cuenta no solo las entidades individuales, sino también las relaciones espaciales y contextuales entre las entidades cuyos patrones son visualmente característicos del paisaje. Todo lo que se coloque en un mapa debe competir por la legibilidad y el espacio de página. Algunas entidades que no son físicamente visibles en el paisaje, como las líneas de curvas de nivel o los límites administrativos, se deben dibujar y etiquetar en el mapa junto a todas las entidades obvias, como las carreteras y las vías fluviales. Algunas entidades se deben dibujar con símbolos que son más grandes que su tamaño de terreno correspondiente para poder ser legibles. Estas realidades contribuyen a la coalescencia de los gráficos que está exacerbada por las reducciones de escala, lo que desencadena la necesidad de una generalización subsiguiente.
Las transformaciones pueden ser directas y se pueden aplicar a una entidad simple, como la simplificación de un río quitando la crenulación detallada extraña. Sin embargo, es fácil ver cómo una modificación poco complicada como esta puede desencadenar la necesidad de cambios contextuales adicionales. Quitar pequeñas curvaturas de un río puede hacer que el río fluya a través de edificios o que se alinee incorrectamente a puentes y líneas de contorno. La mayoría de las tareas de generalización requiere que las entidades se consideren en forma contextual para garantizar la claridad y permitir que los diseños conjuntos se reconozcan y se retengan para preservar la apariencia característica de la geografía local.
Flujos de trabajo de la generalización
La generalización se realiza, generalmente, en dos fases distintas en la mayoría de los flujos de trabajo de producción cartográficos. Cuando se planea derivar más de un rango de escala de una base de datos maestra, se procesan los datos primero para crear bases de datos específicas de escala a partir de la base de datos maestra. Generalmente, se pretende que la base de datos específica de escala cubra un rango de escalas fácil de alcanzar dentro del cual las entidades se visualizarán de la misma manera. Técnicamente, los pasos que se siguen para procesar los datos para una base de datos específica de escala no son operaciones cartográficas. La visualización simbolizada de los datos no se establece ni se toma en cuenta, y los temas no se comparan para buscar conflictos. En cambio, la densidad de la entidad se reduce y los detalles de la entidad se simplifican según corresponda al rango de escala. Esto se conoce normalmente como generalización de modelo.
La segunda fase, la generalización cartográfica, generalmente ocurre durante la creación del mapa, después de que se establecen el objetivo, las especificaciones, el mecanismo de salida y la escala del mapa. Las entidades simbolizadas se consideran en forma contextual a lo largo de los temas de datos y contra otros elementos del mapa como anotación, límites de bordes interiores y líneas de cuadrículas y retículas. En esta etapa, se evalúa y se modifica la complejidad de las entidades individuales y la densidad total de las entidades para preservar la claridad a lo largo del mapa. Los conflictos de símbolo entre las entidades también se evalúan y resuelven en esta etapa. La huella simbolizada de las entidades en escala es a menudo más grande que la huella correspondiente en el terreno. Mientras más pequeña es la escala de mapa, más claramente se ve esto. Los conflictos pueden ser superposiciones de entidades simples o problemas más complejos como la incorrecta alineación de partes de varias vías de una autopista.